El sistema inmune juega un papel importante en el control de infecciones, y la evolución de este, la dieta y el microbioma están interconectados. Los metabolitos de la dieta modulan las células del sistema inmune y una malnutrición o el exceso de consumo de ciertos alimentos pueden tener efectos negativos en la respuesta inmune. En los países en los que hay una alta ingesta de comida procesada, los azúcares y las grasas pueden contribuir a la aparición de inflamaciones crónicas. 


  • ¿Cómo influye el azúcar en nuestro sistema inmune?

El azúcar es un modulador directo de la respuesta inmune. Concretamente, la glucosa es la principal fuente de energía en procesos como la diferenciación, proliferación y función de muchas células de nuestro sistema inmune. Sin embargo, una concentración elevada de glucosa en sangre puede llevar a la glicosilación de las inmunoglobulinas, reduciendo su función, así como a la producción de citocinas inflamatorias.

Así pues, las dietas ricas en grasas saturadas, carbohidratos refinados y azúcares añadidos contribuyen tanto a la activación del sistema inmune innato como al deterioro de la inmunidad adaptativa. Esta alteración del sistema inmune favorece la aparición de un estado de inflamación crónico, afectando a la capacidad del organismo para defenderse frente a infecciones.

De manera adicional, la comida procesada contiene azúcares que, al contrario que los presentes en frutas y verduras, no necesitan ser digeridos, estando disponibles para la microbiota. Las dietas altas en sacarosa llevan a un enriquecimiento de enzimas que procesan azúcares simples, las cuales suelen encontrarse en bacterias anaerobias facultativas que proliferan y contribuyen a la inflamación intestinal. Así, una dieta alta en azúcares puede perjudicar a las bacterias simbióticas que intervienen en nuestra digestión y favorecer las bacterias que utilizan los azúcares simples para proliferar.


  • El papel del metabolismo del azúcar en las infecciones víricas.

Cuando se produce una infección vírica, el metabolismo del azúcar en nuestro organismo se reprograma, priorizando ciertos procesos. Por ejemplo, la infección por el virus de la gripe (o influenza) altera una gran variedad de vías metabólicas para favorecer su replicación. Tras la infección, la absorción de glucosa aumenta considerablemente en las células infectadas y el consecuente aumento de glicólisis resulta en un aumento del consumo de glucosa y producción de partículas virales. 


La desregulación del sistema inmune y la aparición de un estado de inflamación crónico también va a influir en la manera en la que nuestro organismo responde ante la entrada de un virus, ya que vamos a generar una respuesta debilitada ante dicha infección. Este estado de inflamación crónico mantiene activado nuestro sistema inmune constantemente, lo que conlleva la generación de radicales libres y conduce a un estado de estrés oxidativo. Esta situación afecta a la inmunidad adaptativa, inhibiendo la actividad de linfocitos T y B. 

Por otro lado, la diabetes mellitus es una enfermedad que también altera tanto la inmunidad innata como la adaptativa, por ejemplo, aumentando la producción de citocinas proinflamatorias o alterando la función de los neutrófilos, de manera que estos pacientes tendrán una respuesta más debilitada y una mayor susceptibilidad a las infecciones víricas. Existen diversos estudios que muestran que la diabetes puede incrementar el riesgo
de infección de gripe, la severidad de la enfermedad y las consecuencias fatales de esta infección. Esto puede ser debido al efecto inhibidor que tiene la hiperglucemia en el sistema inmune; de hecho, se ha demostrado que la inmunosupresión y susceptibilidad a la infección asociada a esta hiperglucemia pueden ser paliados mediante la administración de insulina y el control de la diabetes.

Sin embargo, la dieta no solo juega un papel crucial a la hora de prevenir los síntomas graves que se pueden desencadenar tras una infección vírica, sino que también tienen un rol decisivo en nuestro proceso de recuperación tras pasar por una enfermedad de este tipo. La recuperación de esta infección puede llevar a un aumento de condiciones crónicas que pueden ser exacerbadas por una dieta poco saludable o en poblaciones de mayor riesgo.

Así pues, si queremos cuidar nuestro sistema inmune y evitar que se debilite, es recomendable sustituir alimentos ricos en azúcares simples por aquellos ricos en fibra, grasas insaturadas, vitaminas, minerales y antioxidantes. De esta manera estaremos estimulando la función inmune y ayudando a nuestro organismo a que pueda hacer frente con éxito a posibles enfermedades infecciosas.