El sistema inmunitario es una red laberíntica de células, tejidos y órganos cuya misión es defendernos de las infecciones. Sin embargo, cuando se desregula este complejo sistema se pueden producir enfermedades autoinmunes, en las que el sistema inmunitario ataca por error a partes sanas del cuerpo, en lugar de hacerlo contra patógenos como virus o bacterias. Dentro de estas enfermedades, alrededor del 78% de los pacientes son mujeres. Un ejemplo muy ilustrativo se produce en el Lupus Eritematoso Sistémico, donde existe una proporción 9:1 entre pacientes mujeres:hombres.

Pero, ¿por qué se produce esta diferencia entre hombres y mujeres? Se han estudiado diferentes factores que puedan dar respuesta a esta pregunta, entre ellos tienen un gran peso las hormonas sexuales y el cromosoma X.

Causas endocrinas  


Esta diferencia entre sexos puede explicarse mediante la estrecha relación entre el sistema endocrino y el sistema inmunitario. Los órganos inmunitarios están irrigados y las células inmunitarias circulan por el torrente sanguíneo, pudiendo ser alcanzadas por las hormonas, que modifican su capacidad funcional. 

Las hembras de diferentes especies producen niveles más elevados de inmunoglobulinas circulantes y, por ello, presentan una respuesta inmunitaria humoral más pronunciada ante las infecciones. Los estrógenos incrementan la respuesta de linfocitos; en cambio, los andrógenos y la progesterona disminuyen la producción de anticuerpos. Además, las hormonas sexuales modulan una gran cantidad de fenómenos implicados en la respuesta inmunitaria, incluyendo la maduración y proliferación de linfocitos y la producción de citocinas. 

Podemos clasificar, por tanto, las hormonas sexuales según su efecto sobre el sistema inmunitario. 

  • Las hormonas inmunosupresoras y, por tanto, protectoras son la testosterona y la progesterona.

  • Las hormonas inmunoestimuladoras y, por tanto, implicadas en enfermedades autoinmunes son los estrógenos, la oxitocina, la hormona liberadora de gonadotropina (LHRH), la hormona leutinizante (LH), la hormona foliculoestimulante (FSH) y la prolactina. Sin embargo, el papel de los estrógenos es complicado y en algunas enfermedades tienen un papel inmunoestimulador, mientras que en otras son supresoras. 

Este dimorfismo inmunitario proporciona a las mujeres ventajas en cuanto a ser menos susceptibles a infecciones que los hombres, pero al elevado precio de presentar una mayor incidencia de enfermedades autoinmunes.No obstante, la excepción a esta norma tiene lugar durante el embarazo y la lactancia, momentos en los que las mujeres tienen algunas respuestas celulares menos activas que los hombres, siendo esta inmunosupresión necesaria para el bienestar del feto y del recién nacido. 

No sólo durante el embarazo disminuye la respuesta inmunitaria, sino que en la menopausia también ocurre. Este fenómeno se debe a que los niveles de hormonas sexuales disminuyen con la edad y, en concreto, se produce un descenso de estradiol, que es la hormona femenina con mayor actividad inmunoestimuladora. Estos hechos promueven la inmunosenescencia, deterioro del sistema inmunitario debido al envejecimiento. La inmunosenescencia lleva potencialmente a la producción elevada de citocinas proinflamatorias durante el envejecimiento, incrementando la susceptibilidad a enfermedades autoinmunes. 

Causas genéticas


Por otra parte, también se ha estudiado cómo las diferencias genéticas de hombres y mujeres podrían influir en la mayor frecuencia de enfermedades autoinmunes en el sexo femenino. En concreto, son de gran relevancia los cromosomas sexuales. Las mujeres poseen dos cromosomas X y, en dichos cromosomas, residen genes que están involucrados en el sistema inmunitario innato y adaptativo, como son los receptores de tipo Toll, receptores para citocinas, factores reguladores de transcripción y traducción, y genes implicados en la actividad de células T y B. El poseer dos alelos de genes residentes en el cromosoma X da una ventaja considerable a las mujeres facilitando actividad inmunitaria con mayor capacidad de adaptación. Pero, como ya hemos comentado, un sistema inmunitario más activo aumenta el riesgo de desarrollar una enfermedad autoinmune.

Continuar buscando respuestas para preguntas tan complejas como ésta es fundamental, ya que un mejor entendimiento de sistemas inmunitarios y su funcionamiento suponen un gran paso en el camino hacia la prevención y el tratamiento de las enfermedades autoinmunes.